Las culturas juveniles Es relativamente fácil distinguir entre diversos tipos de jóvenes analizando su condición económica y social. Nos interesa esta distinción porque tropezamos continuamente con ella en la Pastoral Vocacional. Se trata de un contexto juvenil complejo. A continuación se propone una serie de ocho ámbitos para analizar las diversas culturas juveniles:
1. Juventud campesina–rural. Muchos de estos jóvenes no tienen posibilidad de estudiar. Tienen una gran apertura a lo sagrado y una facilidad para la contemplación. La mayoría de ellos tienen fuertes lazos familiares y el sentido de pertenencia a su parroquia y a su diócesis. Mantienen también una vinculación con la religiosidad popular y las prácticas devocionales. Este ámbito juvenil sufre con frecuencia “los efectos de formas de exclusión y descarte” ( Sínodo 2018 , n. 12; Christus Vivit , n. 69).
2. Juventud indígena. En ocasiones los jóvenes provenientes de esta cultura no
aceptan sus propias raíces indígenas. Los jóvenes indígenas tienen una gran capacidad intuitiva y una delicada sensibilidad estética. Estas características unidas a sus tradiciones religiosas les abren profundamente al valor de lo sagrado. Con frecuencia algunas de las culturas indígenas presentan una dificultad para la aceptación de la virginidad o del celibato como una forma de vida válida.
3. Juventud estudiantil. Nos referimos a jóvenes que aún están cursando el nivel básico de la educación y que efectivamente se disponen para iniciar estudios universitarios. Es decir, jóvenes que planean ser estudiantes durante un largo tiempo. Paradójicamente cuentan con más medios y con una mayor cultura religiosa, aunque luego esto no se traduzca en comportamientos prácticos. Los jóvenes de colegios católicos en su mayoría son menos sensibles a la realidad social que los jóvenes de colegios públicos. Una de las necesidades más importantes de los jóvenes estudiantes es la de ampliar sus perspectivas vocacionales, de modo que se abran al menos inicialmente a una mayor diversidad de opciones, entre las que se encuentra la vocación consagrada.
4. Jóvenes obreros y trabajadores. En ciertos ambientes o barrios de las
ciudades este es el grupo juvenil mayoritario. Son jóvenes que ya están trabajando. Algunos con horarios de medio tiempo, compatibles con los estudios, pero la mayoría con horarios de tiempo completo que les impiden realizar un proyecto de estudios, o comprometerse más en el apostolado. Sobre muchos de ellos pesa la economía familiar, sobre todo cuando pertenecen a familias disfuncionales, de modo que esto es un impedimento para realizar su propio proyecto. Este tipo de jóvenes suelen tener un contacto esporádico con la Iglesia, la cual se encuentra especialmente lejana de los ámbitos laborales. Tal contacto se puede dar a partir de la misa dominical, o de las actividades de su empresa, o de su participación en un movimiento apostólico. Tienden a definir su futuro con más realismo, pese a las dificultades que se les presentan. Los jóvenes trabajadores son más independientes y por ello también más capaces de tomar decisiones.
5. Jóvenes inmigrantes. Merecen una especial atención los jóvenes inmigrantes, en quienes confluyen muchas de las circunstancias que hemos señalado para otros grupos. En su caso hay que añadir la movilidad, sobre todo cuando son ilegales, y la dedicación muy absorbente al trabajo que llegan a conseguir en su nueva situación. Este tipo de jóvenes los tenemos en los grupos juveniles en las ciudades, en las fronteras y fuera del país, pero también en los pueblos de donde salen, y en donde tienen la referencia a sus valores fundamentales. Es llamativo cómo muchas de las vocaciones que brotan de esta realidad de los jóvenes inmigrantes optan por volver a su país de origen para la formación, sea por motivos legales o culturales, pero sobre todo por motivos apostólicos y de compromiso social (cf. Christus Vivit , 91-94).
6. Jóvenes universitarios. Aquí nos referimos a los jóvenes que ya están
estudiando en la Universidad. La mayoría entre los 18 y los 25 años. Se pueden distinguir dos tipos: los que estudian y trabajan y los que solo estudian. Muchos de los movimientos juveniles de Iglesia se dirigen a este sector. Su situación de estudiantes les lleva a definir un proyecto para el futuro. Algunos de estos jóvenes no tienen un grado de convicción suficiente en torno a la elección de su carrera, por lo que con cierta facilidad la abandonan durante los dos primeros años, o no trabajan suficientemente en sus estudios.
7. Jóvenes en situación crítica. Son los que han llegado a una situación tal que necesitan ayuda para salir de ella: drogadicción, criminalidad, promiscuidad sexual, prostitución, problemas psíquicos severos, etc. Se reconoce la situación crítica cuando ya no pueden seguir con sus estudios o trabajo debido a estos problemas. Es importante emprender una pastoral especial dirigida a ellos que tiene una gran tradición espiritual dentro de la Iglesia. La experiencia enseña que no basta con “curar” o atender estas situaciones, sino que es mucho mejor “prevenirlas”, es decir, poner los medios para que los chicos que están en peligro puedan salir a tiempo de estas situaciones. Hay que hacer una mención especial de los jóvenes que, sin calificarla como situación crítica, pertenecen a familias disfuncionales y que requieren de una evangelización cuidadosa para sanar posibles heridas emocionales. “Sin duda el aumento de separaciones, divorcios, segundas uniones y familias monoparentales puede causar en los jóvenes grandes sufrimientos y crisis de identidad. A veces deben hacerse cargo de responsabilidades desproporcionadas para su edad, que les obligan a ser adultos antes de tiempo”. ( Sínodo 2018 , n. 32; Christus Vivit , n. 262). 8. Jóvenes apostólicos. Son los jóvenes que se han comprometido en algún apostolado en la Iglesia; que colaboran en la catequesis, en la pastoral juvenil, en los movimientos apostólicos. Se definen como creyentes y apostólicos, pero su gran reto es llevar la fe a la vida de cada día. Tienen en general dificultades para poner en práctica la etapa de militancia o compromiso apostólico. Este tipo de jóvenes necesita acompañamiento, asesoría, profundización y dirección espiritual, para alcanzar un mayor compromiso social y misionero (cf. Christus Vivit , 168-178).
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