domingo, 10 de enero de 2021

BOLETIN Nº 4 "LA CULTURA ACTUAL"


Un análisis de la realidad nos ayuda a descubrir de modo más específico cómo afecta a los jóvenes la cultura actual en la que están inmersos. El problema real consiste en que la cultura anterior se ha revelado contradictoria, falta de credibilidad. Los jóvenes rechazan esa cultura, pero la nueva cultura apenas surge sin rasgos bien definidos, sin valores claros. Todo se ve afectado por una cultura que parece envolver e interpretar la realidad global. Desde esta constatación surgen una serie de afectaciones de la cultura actual en el ámbito juvenil. Algunas de ellas son las siguientes:

La invasión de los medios de comunicación

Los medios de comunicación invaden la vida privada de las personas, que se saben dependientes de ellos: el teléfono celular, el internet, la consigna de estar siempre conectados a las redes sociales, lo que no implica una mayor calidad en la comunicación. Dice el Papa Francisco que “no es sano confundir la comunicación con el mero contacto virtual” (Christus Vivit, n. 88). Y el Sínodo de los jóvenes señala “la preferencia que se concede a la imagen respecto a otros lenguajes comunicativos” ( Sínodo 2018, n. 45).  Esto afecta a la capacidad de silencio y de soledad, que es donde se gestiona la relación con Dios y el proceso vocacional. Si la persona quiere crecer en su vida espiritual tiene que pasar por un síndrome de abstinencia de comunicación. Con todo, han surgido algunos movimientos de “desconectados”. 

La poca claridad en los valores morales

El continuo acceso a un conjunto de valores ambiguos provoca una confusión importante. Se cuestionan radicalmente algunos valores, pero no se afirman otros con claridad, de modo que se crea una confusión en la que no se sabe dónde está la verdad. La ambigüedad en los valores morales afecta a la disposición a aceptar la moralidad con sentido más social y objetivo que se propone desde los valores vocacionales. 

La presencia de los medios técnicos



Las personas parecen depender de los medios técnicos para poder realizar sus actividades. “No puedo estudiar sin computadora y sin internet; necesito las contraseñas de la red wifi”.  Esta invasión de la técnica impide la profundización en el estudio, en el pensamiento humanístico. Todo está en los buscadores de internet. No se requieren bibliotecas y todo se soluciona con el “copiar y pegar”. Sobre todo, dificulta la formulación personal del pensamiento. “Privilegiar la imagen respecto a la escucha y a la lectura incide en el modo de aprender y en el desarrollo del sentido crítico” (Sínodo 2018, n. 21; Christus Vivit, n. 86). 

La poca credibilidad de las Instituciones. 


Estamos inmersos en una cultura del continuo cuestionamiento de cualquier tipo de Institución: el gobierno y los gobernantes, los partidos políticos, las religiones y sus ministros, las escuelas y los maestros… es difícil que una Institución no se vea profunda y a veces injustamente cuestionada. Esta es una dificultad para crecer en el sentido de pertenencia a una Institución y a una opción vocacional dentro de la Iglesia. 

La ambigüedad religiosa.

La religiosidad ambigua es la que funciona. Las personas se definen como católicos, pero no participan en la comunidad cristiana y encuentran cualquier motivo para apartarse de ella. A la vez pueden tomar elementos de otras religiones haciendo una mezcla poco clara. Muchos jóvenes “consideran la religión una cuestión privada y seleccionan de diversas tradiciones espirituales elementos en los que encuentran sus propias convicciones. Se difunde así un cierto sincretismo, que se desarrolla bajo el presupuesto relativista de que todas las religiones son iguales” (Sínodo 2018, n. 49). La ambigüedad en el terreno religioso hace difícil la confesión de la fe con su carácter objetivo y comunitario. Parece que cada quien puede creer lo que quiera, lo que le gusta o lo que le convence, pero no el contenido objetivo de la fe. Los jóvenes llegan a mostrar interés por la espiritualidad, pero a veces se torna en “una búsqueda de bienestar psicológico más que de una apertura al encuentro con el Misterio del Dios vivo” (Sínodo 2018, n. 49). 

El fenómeno de la inseguridad. 


Las personas viven pendientes de la seguridad y poco atentas a la vida misma. El concepto de inseguridad sirve para justificar actitudes más egoístas y cómodas, la falta de compromiso. Llega a ser un impedimento para la participación en un grupo juvenil o para prestar un servicio social. Pero también es cierto que muchos jóvenes “padecen la violencia en una innumerable variedad de formas: secuestros, extorsiones, crimen organizado, trata de seres humanos, esclavitud y explotación sexual, estupros de guerra, etc.” (Sínodo 2018, n. 41; Christus Vivit, n. 72). 

La ambigüedad en el comportamiento sexual


Es una consecuencia de todo lo demás. Pareciera válida cualquier conducta sexual. No hay claridad sobre lo que es correcto y lo que no lo es. Incluso se da una difusión de los roles sexuales y de las características secundarias de la sexualidad (cf. Christus Vivit , n. 78). La ambigüedad en lo sexual y el continuo contacto con realidades sexuales confusas dificulta la opción por el celibato sacerdotal y por castidad de la vida consagrada. “Junto a fenómenos antiguos que permanecen, como la sexualidad precoz, la promiscuidad, el turismo sexual, el culto exagerado del aspecto físico, hoy se constata una gran difusión de la pornografía digital y la exhibición del propio cuerpo en la red. Estos fenómenos, a los que están expuestas las nuevas generaciones, constituyen un obstáculo para una maduración serena” ( Sínodo 2018 , n. 37; cf. Christus Vivit , nn. 81 y 90). 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

BOLETÍN VOCACIONAL Nº7 ”LA CARIDAD PASTORAL” LA ESPIRITUALIDAD DIOCESANA

  Trataremos este tema en relación con la Espiritualidad diocesana “La caridad pastoral” en la reflexión teológica y espiritualidad del mini...